Todos, quien más y quien menos, hemos oído hablar de los ángeles.
Muchos de nosotros recuerdan con cariño aquella oración que muchas madres decían a sus hijos al darles el último beso de buenas noches: 4 esquinitas tiene mi cama, 4 angelitos velan mi sueño…
O bien aquella otra oración tan bella: Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día…
Sin embargo, al ir creciendo, con la educación recibida, vamos olvidándonos de ellos y considerándolos productos de nuestra fantasía.
Y resulta que esto NO era producto de nuestra fantasía o imaginación infantil. Cuando nacemos traemos en nuestra alma de una forma un tanto inconsciente, los recuerdos de un plano vibracional, de unas vivencias que acabamos de dejar. Sabemos, intuimos y sentimos que hay una energía alrededor nuestro que, por supuesto, no sabemos definir ni dar nombre.
Muchos padres, muchos educadores, observan que los niños hablan con ‘amigos invisibles’ o hablan de ‘sombras’ o ‘personas’ que les han dicho esto o lo otro. Los mayores, en su sabiduría, les hacen comprender que eso es imposible. Y el niño, al ir creciendo, olvida su parte vamos a decir espiritual, para vivir su experiencia terrenal y a la que llamamos racional.
Otras muchas personas se ‘acuerdan’ de Dios y de los ángeles y demás entidades espirituales solo en los momentos de angustia y dolor. Y una vez pasado el momento crucial, vuelven a sus vidas de todos los días. Olvidando la ayuda y consuelo recibidos, o, aún peor, atribuyendo las cosas a la famosa causalidad.
En nuestro orgullo y ceguera, creemos que este mundo material, que este planeta tierra es todo cuanto existe. Y nos olvidamos que hay otras dimensiones. Unas con vibraciones más bajas y que no podemos percibir, como por ejemplo el mundo mineral. Otras vibraciones, que si sentimos, están en el mundo vegetal y animal. Y luego están las vibraciones de nosotros los humanos. Pero también están las vibraciones más elevadas, mucho más elevadas, que es en donde ‘viven’ los ángeles y maestros ascendidos.
O, por decirlo de otra manera, existen otras dimensiones.
Esto es fácil de comprender si pensamos en una cosa. Para nosotros una piedra, una mesa, una silla es algo que no se mueve. El ojo humano no puede captar las vibraciones por debajo de la nuestra. Pero mira ahora por ejemplo, las aspas de un ventilador o de un avión. Llega un momento en que vibran a una frecuencia tan alta, que ya no la podemos ver con los ojos. Sin embargo están.
Los ángeles vibran en una dimensión tan, tan alta, tan pura, tan amorosa, que no son perceptibles para los humanos. O por lo menos para la inmensa mayoría.
Sin embargo, si no los podemos ver, si los podemos sentir.
Los ángeles son los intermediarios, los mensajeros que nos conectan entre el mundo material o humano y el mundo vamos a decir divino.
Todos nosotros, cada ser humano, nace bajo la protección de un ángel. El famoso ángel de la guarda. Su función es guiarnos, protegernos y ayudarnos a cumplir nuestro plan de vida. Siempre, siempre están a nuestro lado. Desde que nacemos hasta que nos vamos. Este ángel permanece con nosotros desde nuestra primera encarnación.
Cuántas veces hemos dicho aquello de ‘me he o se ha salvado por los pelos’…. Sin embargo, a veces nos ocurren cosas malas, graves. Entonces nos preguntamos ¿porque me ha pasado esto? ¿Dónde estaba mi ángel? Y hay que recordar que muchas veces nos tiene que pasar algo doloroso para que al final, despertemos y reaccionemos.
Muchas veces, la mayoría de las veces, los humanos aprenden a base de palos.
A parte del ángel de la guarda, hay otra gran cantidad de entidades espirituales, normalmente ángeles y arcángeles, que van y vienen según nuestras necesidades. A este ángel – o arcángel – se le suele llamar ‘ángel guía’, y permanece a nuestro lado un tiempo determinado. Por eso no es extraño que tengamos varios ángeles a nuestro lado, velando y ayudando a nuestro desarrollo espiritual.
La gran pregunta entonces podría ser, si los ángeles existen, ¿porque no los vemos? ¿Porque no acuden a nosotros en los momentos de dolor o cuando los llamamos desesperadamente en nuestra ayuda? ¿Estamos nosotros tan cerrados que no los vemos? ¿O es que ellos están demasiado ocupados y no se ocupan de nosotros?
Nada más lejos de la verdad que todo esto. Los humanos estamos aquí, en un planeta escuela. Hemos venido a aprender una serie de lecciones. No voy a hablar ahora de todo esto, pero sí que en cierta manera, tenemos que vivir un lado material – humano – antes de poder ‘acordarnos’ de nuestro lado espiritual.
Este vamos a decir despertar, ocurre para cada uno de una forma diferente. Para algunos puede ser una pérdida importante, un accidente, un dolor profundo… para todos, o al menos para muchos, siempre hay un momento que se produce un declic que hace que aspiremos a algo más, porque sabemos o intuimos que hay otra cosa, porque sentimos un vacío que calificamos de existencial, y entonces nos ponemos a buscar, a indagar, hasta que al final, los recuerdos de nuestra existencia anterior surgen en forma de sensaciones, percepciones, o simplemente porque sabemos en lo más profundo de nuestro ser que eso que nos da paz y calma es lo que deseamos. Tenemos la certeza absoluta de que hay ‘algo más’ aunque aun no podamos definirlo con palabras concretas.
Para mí, este declic, este despertar, se produjo cuando empecé a trabajar con las cartas del tarot. No sé muy bien cómo explicarlo, pero fue como si al estudiar, reflexionar sobre las cartas se me abriera un portal en el que recuerdos, sensaciones, amor… todo surgió con una fuerza abrumadora. Aunque, despacio y trabajando y con una lucha muy fuerte entre mi mente racional y mi alma. Después continúo y se amplifico gracias a la energía del reiki. Y bueno, hoy estoy aquí. Para compartir mi amor de nuestros hermanos de luz, los ángeles, con todos vosotros.
El nombre de ‘ángel’ tiene su origen etimológico en el griego ‘angelos’ y su traducción es en realidad ‘MENSAJERO O ENVIADO DE DIOS’. Su papel es ayudarnos a reconectar con la esencia de divina, de donde procedemos y, al mismo tiempo, ayudarnos a cumplir las lecciones de vida de la mejor manera posible. Son entidades energéticas de luz y de amor.
Pero no de un amor humano, sino del más maravilloso e incondicional AMOR, difícilmente comprensible para los humanos. El ejemplo que más podría acercarse y aun así se queda muy lejos, sería el amor de una madre por su hijo.
Los ángeles son amor. Nos aman y nos aceptan, de una forma que nosotros somos totalmente incapaces de hacer, incluso hacia nosotros mismos. Porque ellos saben de nuestra alma. Y nuestra alma es tan grande, tan bella, tan amorosa, que hemos elegido reencarnarnos para aprender más lecciones y así crecer en amor ya sabiduría.
Una de las misiones de los ángeles, como ya he dicho, es la de recordarnos y ayudarnos a cumplir nuestro plan de vida. Y de recordarnos que aunque estemos envueltos de un traje humano – hombre o mujer – somos ante todo y sobre todo, seres espirituales, aunque de un modo diferente de ellos.
Hagamos lo que hagamos, ellos jamás censuran. Jamás juzgan. Siempre están ahí dispuestos a ayudar y a guiarnos y a apoyarnos, a enseñarnos. Su energía es de alegría y de calidez, de paz, de bienestar. Los ángeles no tienen ego. Ese famoso ego que tanto daño hace a la humanidad.
Pero los ángeles, nuestros hermanos de luz, son extremadamente respetuosos con nuestro libre albedrio. Jamás vendrán a nosotros – a no ser nuestro ángel de la guarda o en alguna ocasión especial – si antes no los llamamos, no los invocamos, no cultivamos su amistad.
Cuando por fin decides ‘esto es lo que yo quiero’, cuando por fin abres los ojos y decides que aunque tu mente racional no lo pueda admitir totalmente, tu corazón y tu alma sabe que ellos están ahí, cuando los invitas a entrar en tu vida, cuando les das permiso para ayudarte y guiarte, cuando les ruegas que sean tus amigos… un mundo maravilloso se abre ante ti, ante mí.
La vida cambia. Por muy difícil que sea tu situación, por muy triste que estés, hay una energía de amor, de calor que te acompaña que es muy difícil de describir. Jamás volverás a estar solo-a.
Solo os puedo decir que una se siente cuidada, amada, protegida, mimada, querida, aceptada… y que cuando aprendemos a vernos con sus ojos, como ellos nos ven realmente, entonces la vida se convierte en pura magia.
Evidentemente esto no quiere decir que todo vaya a ser fácil y todos nuestros deseos concedidos. Para nada de nada.
Primero, ellos son respetuosos con nuestro karma, o con las lecciones que hemos decidido aprender en nuestra actual reencarnación. Jamás irán en contra de eso. Ya podemos pedir amor o dinero pongo por caso. Si tenemos que aprender una lección con esos temas, ellos sí que nos van a ayudar a comprender y a solucionar las cosas, pero no las van a hacer desaparecer de un plumazo, porque si no, no aprenderíamos.
Pero, en todo lo demás, cuando ellos están, las emociones que despiertan sus vibraciones son tan maravillosas y su ayuda tan bonita y a veces tan sutil que es emocionante y dan ganas de cogerlos y abrazarlos muy, muy fuerte.
Hay que tener en cuenta que las relaciones con ellos son, salvando la diferencia, un poco como la de los amigos. Quiero decir que cuanto más los invocas, cuanto más les deja pasar y guiar en tu vida, más amigos nos hacemos de ellos. Más los entendemos y percibimos. Más cuidados y protegidos nos sentimos. Así se va estableciendo una comunicación muy íntima y poco a poco los oímos y vemos. Aunque no siempre con los ojos y los oídos físicos.
Una de las primeras cosas que yo hice fue preguntar cuál era el nombre del ángel que me acompañaba y ayudaba. Sentía la necesidad de poder llamarle por su nombre porque así parecía que la intimidad entre los dos era mayor.
Así que, empecé todas las noches al acostarme a preguntar su nombre. Pero no por curiosidad, sino porque sentía esa necesidad en lo más profundo de mi alma. Pero al mismo tiempo soy súper despistada. Así que yo rogaba su nombre sí, pero también de una forma que pudiera recordar.
A mi gran sorpresa, como un mes después de haber empezado a hacer este ruego todas las noches y a intentar tenerlos presente en mi vida, una mañana, al despertar, me oí hablar en voz alta y decir un nombre.
Para mí fue una experiencia tan preciosa, tan emocionante, me sentí rodeada de un amor y de un cariño como jamás he sentido. Yo, tan pequeñita y con tantas dudas, ellos me habían hecho un regalo maravilloso.
Y me enamore. De su amor, de su energía, de sus cuidados. De su sabiduría, de su guía… para mí, desde entonces son mis hermanos. Mis maravillosos hermanos de luz.
Hoy, no sabría vivir sin ellos. Sin sentirlos en cada momento de mi vida. Y cuanto más hablo con ellos, cuanto más pido su ayuda y su guía…más intensa es la relación. Las decisiones son mías. Las experiencias que yo me he propuesto cumplir en esta vida son mías y he de cumplirlas, pero ya no voy a ciegas. Aunque no siempre me responden de una forma que yo sienta con la mente. Y a menudo, no con la rapidez que a mí me gustaría.
Así pues, los ángeles son los mensajeros entre dios y los humanos. Todos hemos oído hablar de los ángeles que aparecen en la biblia. El ángel que hecho a Adán y Eva del paraíso. El ángel que detuvo la mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo. Los ángeles que avisaron a Lot para que huyera de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Incluso hay una importante mención a la guerra que hubo en los cielos, donde Miguel y sus legiones de ángeles expulsaron hacia la tierra a los angeles que se rebelaron… Incluso Jesús, el maestro del amor, fue consolado por ángeles antes de su sacrificio.
Puede que sean mitos o leyendas. Pero no es menos cierto que existir, existen. En la vida de los humanos de hoy, hay datos recogidos, vamos a decir científicamente, de personas que han visto, con los ojos de ver, a estos maravillosos seres. Unas veces para darles consuelo, otras para prevenirles de algún peligro. Todos hablan de una inmensa sensación de amor, de paz, de armonía, de felicidad… e imagino que del más grande de los asombros.
Incluso hay testimonios de pilotos de avión que juran y perjuran haber visto – también con los ojos de ver – figuras de gran tamaño yendo a su altura, viajando por el cielo. Y por otro lado, una gran, grandísima cantidad de personas que sin haberlos visto, si los han sentido y percibido en su vida diaria.
La iconografía suele representarlos con alas. Nadie lo sabe. Ya que la verdad es que si bien pueden aparecer con forma humana, ellos son energía, no materia y pueden moverse libremente a través del tiempo y del espacio. A mi particularmente me gusta imaginármelos con grandes y bellas alas. Porque así, cuando siento que me abrazan, pues el abrazo es mayor, abarca más. Me siento abrazada por completo.
Los humanos, en nuestra arrogancia, creemos que nosotros y nuestro planeta es todo lo que hay. Sin embargo, hay un sinfín de seres espirituales. Y conforme vamos avanzando en ello oímos hablar de ángeles, arcángeles, querubines, maestros, guías, elementales, devas, espiritas de la naturaleza…
Todo parece un tanto confuso. Pero la realidad no es esa. Hay un orden. Y muy estricto. Cada uno y cada cosa en su sitio. Pero no como una dictadura. Por encima de todos esta DIOS. Los demás seres espirituales obedecen y siguen las instrucciones pero por amor. Así que no hay egos, orgullos ni luchas de poder.
La jerarquía angélica no se basa en el poder. Sino en el grado de conocimiento y sabiduría que se ha ido adquiriendo a lo largo de los siglos. Así, vamos a decir que los más sabios y amorosos – no confundamos con la sabiduría humana – son los que más cerca están de DIOS. Pero todos aceptando su papel. No con sumisión. Sino con amor. Que es algo muy pero que muy distinto.
La jerarquía angelical es esta, empezando por los más cercanos a DIOS:
SERAFINES: se dice que ellos rodean el trono de Dios, cantando alabanzas y que tienen 6 pares de alas. Con dos se cubren el rostro. Con dos se cubren los pies. Y con las otras dos vuelan. Ellos son los ángeles de fuego, de amor y de luz.
QUERUBINES: que no tienen nada que ver con esos niños-ángeles estilo cupidones de la iconografía y pintura. Ellos son los guardianes de lo divino y de los lugares sagrados.
TRONOS: ellos también están siempre en presencia de Dios. Son los portadores de la energía de Dios en forma de justicia divina. Ellos supervisan a los ángeles que están por debajo de ellos.
DOMINIOS: estos ángeles actúan como canales de amor de Dios por medio de la energía de la misericordia. Rigen el nivel donde los mundos físicos y espirituales empiezan a fundirse.
VIRTUDES: ellos tienen el poder de parar o modificar las leyes de la naturaleza para obrar milagros en la tierra.
PODERES: se dice de ellos que son los señores karmicos, ya que protegen nuestras almas y custodian los registros akasicos de cada uno de nosotros.
PRINCIPADOS: son los guardianes de las naciones y al mismo tiempo, supervisan a los que están por debajo de ellos.
ARCÁNGELES: su ocupación es la coordinación y la armonización de toda la creación de Dios. Son ellos los que controlan el movimiento de las estrellas, las estaciones, los planetas, las vidas de los animales…ellos pueden estar en varios sitios a la vez. Y son mensajeros de dios por excelencia.
ÁNGELES: a parte del ángel de la guarda, del ángel guía que ya os he hablado, hay millones de ángeles y sus tareas y deberes son infinitas. Ellos guardan tanto a las personas como las cosas físicas. Ellos aportan armonía y belleza a nuestras vidas.
De hecho, cada proyecto divino tiene un ángel asignando que se ocupa de el. Cada árbol, cada gotita de agua, cada planta, cada animal… tiene su ángel que lo ayuda y mima para proseguir su evolución. Porque ellos también están aprendiendo y evolucionando al par de nosotros.
Están los ángeles de la alegría, de los estudios, del coraje, de la fe, de la esperanza, de la libertad, los ángeles manitas… y los ángeles conductores. A cada ruego, a cada llamado nuestro, el especialista acude inmediatamente. Es magia pura. Es amor.
Quiero hacer un inciso en todas estas categorías. Para nosotros, los humanos, el debajo y el arriba siempre indica tú vales más, el otro menos; yo tengo más poder, tu menos… Esto no es para nada así en la jerarquía angelical. Utilizo arriba y debajo, utilizo la palabra subordinado, porque no sé qué otra palabra emplear. Pero para ellos, no hay batallas de poder, no hay egos, no hay egoísmos, no existe la sumisión ciega, no existen palabras como fracaso… para nada de nada. Cada uno sabe su función, sabe su grado de evolución, y todos juntos sirven a DIOS para su mayor gloria y alabanza. Y por amor. Por el más grande, bello e increíble de los AMORES INCONDICIONALES.
Y debajo de todos ellos están los reinos elementales. Pero esto ya es tema de otra charla. Justo lo menciono para que sepáis que aquí no se acaba la estructuración del orden divino.
Evidentemente, los humanos, generalmente, estamos más familiarizados con los ángeles y arcángeles. Que son los más cercanos a nosotros y podemos de alguna manera sentirlos. Y además, la biblia y otros relatos, nos han familiarizado un poco con sus nombres.
Imaginemos unos amigos tan maravillosos que nunca se enfadan con nosotros. Imagina unos amigos que siempre, siempre responden ‘presente’ cuando se les llama, que siempre están ahí, guiando, apoyando.. Que, aunque a veces les demos la espalda, siempre siguen con la mano extendida esperando nuestra llamada, y cuando volvemos, arrepentidos, nos acogen con un abrazo del más inmenso cariño y amor. Sin rencores, amables, sonrientes, amorosos… no hay palabras en el mundo mundial que puedan definir lo que es la dicha infinita de sentirlos a diario en nuestras vidas.
Y eso es todo. Espero que no os hayáis aburrido con esta lectura y que yo haya sabido transmitir las emociones que yo siento cuando hablo de los hermanos de luz. Os animo a que los incorporéis a vuestras vidas, a que os hagáis amigos, a que os dejéis mimar y querer por ellos. A que aprendáis a veros con el mismo amor con el que ellos nos ven a todos nosotros. Amor. El más puro amor.
Vosotros a quienes amamos
No nos veis
Nos imagináis desde tan lejos
Y sin embargo estamos tan cerca
Somos mensajeros
Para llevar la cercanía a los que están lejos
Somos mensajeros
Para llevar la luz a los que están en la oscuridad
Somos mensajeros
Para llevar la palabra a los que preguntan
No somos la luz,
No somos el mensaje
Somos los mensajeros