Si ese es tu deseo – lo espero de todo corazón – hay que empezar por aceptar su existencia, claro está.
Y para empezar, porque por algún lugar hay que empezar, tenemos que comprender que este planeta donde viven los humanos no es todo lo que existe.
Mucho antes que la tierra fuera hecha, DIOS existía y ya había creado a sus ayudantes. Los ángeles, arcángeles y demás seres espirituales. Son sus hijos, o sus ayudantes.
En el mundo de DIOS, en el mundo espiritual, todo es orden, todos colaboran para la gloria de DIOS y cada uno de estos seres tiene una función específica, que cumplen con el mayor de los agrados. Obedecen por amor. El más grande de los amores. Amor incondicional. Allí no hay egos, pero si jerarquías. Los seres espirituales están divididos podemos decir que en categorías: coros, tronos, serafines, querubines, dominios, virtudes, arcángeles, ángeles… cada uno tiene una misión en concreto.
Cuando se creó la tierra, este planeta escuela donde nosotros vivimos, los ángeles por supuesto ayudaron. Cada árbol, cada animal, los mares, los vientos, las estaciones, las estrellas… todo ello se hizo con el mayor mimo y cuidado para que en su día fuera ocupado por nosotros. Los humanos. E incluso hoy en día ellos se siguen ocupando de todo ser vivo, y cuidando de que todo siga su ritmo.
Estamos hechos a la imagen y semejanza de DIOS. En todos nosotros hay un potencial infinito. Somos luz, aunque sea luz pequeñita. Fijaros que una gota de agua no forma el océano por supuesto. Pero contiene todo su potencial. En miniatura. Así somos nosotros. Y depende de cada uno desarrollar ese tremendo potencial.
Así que fijaros, si DIOS creó todo esto para nosotros, si encargo a sus hijos espirituales que nos hicieran una casa maravillosa, cuidada hasta el último detalle para que estuviéramos cómodos para aprender… ¿creéis que nos iba a dejar aquí solos y desvalidos? Por supuesto que no. Para los ángeles nosotros somos como sus hermanos pequeños y siguen ocupándose de nosotros, precisamente por eso, para que crezcamos y nuestras almas evolucionen
Muchas personas creen que DIOS y los ángeles están allá arriba. Pero eso no es verdad. Lo que ocurre es que existen dimensiones y vibraciones diferentes. Así para nosotros una piedra, una mesa, es algo inmóvil e inerte. Esto es porque vibran muy bajo y no lo podemos percibir. Las plantas vibran un poco más alto, y si no lo vemos a simple vista, si podemos percibir su crecimiento con el paso de los días. Pero los ángeles vibran a una escala – octava – muy superior a la nuestra. Y no los podemos percibir a simple vista. Se escapan a la percepción humana. Igual que las aspas de un ventilador se vuelven invisibles cuando alcanzan la suficiente velocidad.
Pero están aquí. A nuestro lado. Siempre. Pero en una dimensión diferente.
La palabra ángel quiere decir ‘mensajero de DIOS’. Su función con relación a nosotros es ayudarnos a recordar lo que nuestras almas ya saben, ayudarnos a recordar lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Ellos nos cuidan con todo mimo y cariño para que un día podamos ser luz y amor. Como todas las criaturas creadas por DIOS.
Y así como cada cosa en la tierra tiene a su ángel cuidador, nosotros también tenemos el nuestro. Que nos acompaña no solo en esta vida actual, sino que ha estado con nosotros desde nuestra primera encarnación. Es el ángel de la guarda. Su función es guiarnos, protegernos y ayudarnos a cumplir nuestro plan de vida. Siempre, siempre están a nuestro lado. Desde que nacemos hasta que nos vamos…
Pero, a parte de él, también hay otros seres de luz que van y vienen, según nuestro momento actual y según las necesidades que tengamos, espiritualmente hablando. Son los ángeles guías. Ellos permanecen un cierto tiempo con nosotros, hasta que hemos aprendido la lección que necesitamos. Nunca estamos solos. Somos cuidados, queridos y mimados como lo que somos: Seres de luz… aunque a veces la lucecita sea muy, muy pequeña.
Todos quien más quien menos, de niños hemos oído hablar de los ángeles. Sin embargo, al ir creciendo, con la educación recibida, vamos olvidándonos de ellos y considerándolos productos de nuestra fantasía.
Y resulta que esto no era producto de nuestra fantasía ni imaginación infantil. Cuando nacemos traemos en nuestra alma de una forma un tanto inconsciente, los recuerdos de un plano vibracional, de unas vivencias que acabamos de dejar. Sabemos y sentimos que hay una energía alrededor nuestro que, por supuesto, no sabemos definir ni dar nombre.
Muchos padres, muchos educadores, observan que los niños hablan con ‘amigos invisibles’ o hablan de sombras o personas que les han dicho esto o lo otro. Los mayores, en su ‘sabiduría’, les hacen comprender que eso es imposible. Y el niño, al ir creciendo, olvida su parte vamos a decir espiritual, para vivir su experiencia terrenal y a la que llamamos racional.
Y ahora, después de pasarnos media vida – o más – creyendo solo en lo que vemos, ahora tenemos que desprogramarnos para volver a ser niños. Es decir, aprender a creer en aquello que no vemos, para empezar a sentir y ese es el momento donde se empieza a ‘ver’.
Los ángeles, nuestros hermanos de luz están siempre a nuestro lado. Pero ellos respetan nuestro libre albedrio. Si no los llamamos ellos nunca van a intervenir, salvo en ocasiones muy puntuales.
Pero están ahí, los podemos percibir no con los ojos físicos – aunque hay personas que si – sino más bien por los sentimientos que despiertan en nosotros.
Y ahora mismo estamos en un momento en que muchas personas están intentando recordar, se dan cuenta de que hay algo más. De que les falta algo… es el momento vamos a decir que estaban esperando nuestros hermanos los ángeles para empezar a actuar de una forma más precisa y especifica tanto a nivel general como a nivel particular con cada uno de nosotros. Por eso es tan, tan importante conocerlos, no solo desde un punto de vista intelectual, sino desde el amor y la confianza.
Mirad, el amor que nos tienen los ángeles es tan, tan infinito que a su lado, el amor de una madre por su hijo se quedaría pequeño. Y ese, aquí en la tierra, es el amor más grande que se me ocurre.
Los ángeles son amor. Nos aman y nos aceptan, de una forma que nosotros somos totalmente incapaces de hacer e incluso de comprender.
Una de las misiones de los ángeles, como ya he dicho, es la de recordarnos y ayudarnos a cumplir nuestro plan de vida. Y de recordarnos que aunque estemos envueltos de un traje humano – hombre o mujer – somos ante todo y sobre todo, seres espirituales, aunque de un modo diferente de ellos.
Hagamos lo que hagamos, ellos jamás censuran. Jamás juzgan. Siempre están ahí dispuestos a ayudar y a guiarnos y a apoyarnos, a enseñarnos. Su energía es de alegría y de calidez, de paz, de bienestar. Los ángeles no tienen ego. Ese famoso ego que tanto daño hace a la humanidad.
Pero los ángeles, nuestros hermanos de luz, son extremadamente respetuosos con nuestro libre albedrio. Jamás vendrán a nosotros, insisto – a no ser nuestro ángel de la guarda o en alguna ocasión especial – si antes no los llamamos, no los invocamos, no cultivamos su amistad. Hace falta que nosotros los sintamos, los escuchemos, los conozcamos, los amemos. Y, para eso, tenemos que hacernos sus amigos
El contactar con ellos es súper fácil. Porque en realidad lo están deseando. Su labor principal es ayudarnos a despertar, recordar y evolucionar para así hacer que subamos de vibración. Pero, para ellos es una alegría el hacer más fácil nuestra vida de todos los días. Siempre están ahí, dispuestos a ayudarnos, a echarnos una mano para que no estemos tan tristes, para que no seamos tan cerrados, materialistas y egoístas.
Ellos tienen una energía de profundo amor, claro, pero también de alegría, de armonía, de paz, no hay palabras en el mundo para describir la felicidad que se siente cuando uno empieza a hacerse amigo-a de ellos. Además son muy traviesos, y a veces hacen cosas para hacernos reír, porque cuando pasa algo y nos damos cuenta, y se lo agradecemos, ellos se alegran y ríen con nosotros.
Para hablar con ellos no hace falta más que el sincero deseo del corazón. Y por supuesto, aceptar las señales e indicaciones que ellos nos dan. Porque a veces nos empeñamos en llamar casualidades y coincidencias a todo con tal de no admitir la verdad; con tal de no pensar como niños.
Y así como para ser amigos de una persona hace falta pasar tiempo con ella, hablar, escuchar, dialogar, pues lo mismo con los hermanos. No hay nada más bonito en el mundo que empezar el día bendiciéndolos, pidiéndoles que no se aparten de nosotros en todo el día. Es decir, pedir, escuchar, agradecer, bendecir… y todo eso con todo el amor del mundo. Esa es la clave. Así, poco a poco, se va creando una relación de intimidad entre ellos y nosotros que es lo más parecido a lo que se puede calificar de FELICIDAD.
Tenemos que darnos cuenta, como ya he dicho antes, que a ellos les gusta ayudar. Pero en todo en todo. Desde algo importante hasta algo pequeño. Para que vaya bien el día, para que no haya mucha gente en la cola, para que encontremos aparcamiento, para un examen, para algo que se ha perdido, para un electrodoméstico que no funciona, para conducir… para todo. Y ellos lo van a hacer. Les encanta ver la cara que ponemos cuando nos damos cuenta de que zas… todo está saliendo como nosotros habíamos pedido.
Yo de verdad, cuando veo lo que hacen, es que muchas veces me echo a reír yo sola de pura felicidad. Y de agradecimiento. Porque es el mimo y el cuidado llevado a veces hasta extremos que son la prueba de un amor infinito…
Está claro que no son nuestros criados. Estoy hablando de una relación de amistad y respeto. No podemos pedir y pedir y luego no tenerlos en cuenta en nuestro corazón. Porque no hay que olvidar que la verdadera misión de ellos es nuestro avance espiritual. Solo que mientras lo hacen, ayudan en las pequeñas cosas de la vida diaria. Está claro que pedir sí, pero sin egoísmos. Y luego hay que tener en cuenta de que ellos nunca van a ir en contra de nuestro karma, es decir, de las lecciones de vida que nuestra alma ha pedido aprender en esta reencarnación.
¿Sabéis? Yo muchas veces pienso que si ellos ayudan tanto en la vida de todos los días – y no digamos en cosas más profundas como el que tomemos conciencia de lo que somos y en nuestro despertar espiritual – es precisamente para que nos preocupemos menos de las cosas diarias y así nos centremos más en el aspecto espiritual.
Ellos están más que contentos de ayudarnos en todos los aspectos de nuestras vidas. Invitarlos a vivir con nosotros es la más maravillosa de las convivencias. Y además, son especialistas en solucionar pequeños y grandes problemas.
Es un error creer que solo hay que llamarlos cuando nos ocurre algo gordo. Para nada. Pídeles que te ayuden en todo. En los problemas humanos y diarios de todos los días. En los problemas de nuestra alma, para comprender mejor las cosas, para conectar con nuestro ser superior…para ellos es un placer ayudarnos.
Entonces, ¿cómo invocarlos? ¿Cómo hacer que estén presentes en nuestras vidas? ¿Cómo hacernos sus amigos?
Puedes hacerlo en un momento tranquilo en tu casa. Pones una música, un incienso, haces el signo de la distancia si tienes reiki, y simplemente llamas. Ya está. No es más complicado que eso. A los ángeles les gusta la belleza y la armonía. En tu hogar. Pero también en tu corazón. Crea ese ambiente para ellos. Tú serás la primera beneficiada.
Para aquellos que les guste meditar, pueden recrear un paisaje o algún lugar que para ellos signifique belleza o armonía. Un rio, el mar, un bosque… una vez llegados allí sentaros y llamar a vuestro ángel, o vuestro maestro o vuestro guía. Puede que lo veáis el primer día, puede que tardéis más. Pero llegará. Es más, aunque no lo veáis, formular vuestras preguntas. Y estar atentos a las respuestas no solo en ese momento, sino en días posteriores. Y por supuesto, hay que ser regular. No se puede uno hacer amigo de vedad de alguien con solo una conversación.
Puedes llamar a tu ángel de la guarda. O puedes llamar al especialista adecuado si lo sabes.
Por ejemplo, el arcángel MIGUEL es el protector por excelencia.
El arcángel MIGUEL pertenece al rayo azul. Puedes invocarlo para protegerte a ti, a los tuyos, pero también a tu casa. Puedes invocarlo para que te acompañe y proteja en un viaje… o en cualquier otra situación en que por una causa u otra sientas miedo o temor.
Si tu problema es de salud, ya sabes que el especialista es RAFAEL. Invócalo, invócalo con total confianza que serás escuchado. Quizás no seas sanado, si tienes que aprender algo de esa enfermedad, – o alguien de tu entorno tiene que hacerlo a través de ti – pero seguro que tu alma sentirá esa ayuda e incluso puede que te sientas más fuerte.
Al arcángel ZADQUIEL y sus ángeles de la luz violeta. Ellos son especialistas en la transmutación. Que estáis perturbados, angustiados, inquietos… llamar a los ángeles de la luz violeta. Podéis decir algo así como:
Invoco a la luz violeta para que transmute todo sentimiento, emoción y pensamiento negativos en mí y en todos los demás.
Incluso puedes imaginar o visualizar como ese peso sale de ti en forma de bola y ellos lo toman. Lo que vas a sentir es como si ese peso volviera a caer sobre ti, pero ahora como si fuera una lluvia de armonía, de paz,…
El arcángel ANAEL o CHAMUEL. El arcángel del amor. El rayo rosa. Está claro que se le puede invocar para cosas del corazón y sentimentales. Pero también para el amor en su más alta concepción. Mirar, si alguna vez sentís que una persona vibra inadecuadamente, o que sin quererlo estáis metidos o presenciáis una situación de tensión, envolverla inmediatamente en la luz rosa. Como una bola un escudo o lo que queráis. Invocar al arcángel CHAMUEL. La cosa va a cambiar casi inmediatamente.
El arcángel JOFIEL, por ejemplo, es el especialista de la sabiduría. Pertenece al rayo amarillo. Desde si necesitas pasar un examen, hablar con justeza en una ocasión particular, hasta comprender más tu parte espiritual o los designios divinos.
Si sabes a quien llamar perfecto. Pero si no, no pasa absolutamente nada. Muchas personas se agobian o inquietan… ¿lo estoy haciendo bien? Pues claro que sí. Eso de los rituales y cosas exactas ‘y ahora el punto uno y luego el paso dos’, pertenece al leguaje humano solamente. Ellos te escuchan, te entienden, saben… Con decir ‘hermanos necesito ayuda en esto y esto’ lo más concretamente posible… el mensaje llegará y la ayuda será enviada.
Lo que importa es el corazón. Los sentimientos que hay en tu interior. Y el ser consecuente contigo mismo. No puedes pedir una cosa que dañe a otra persona. Y hay que agradecer y bendecir. Tus actos, palabras y pensamientos deben ir poco a poco vibrando más alto, de forma que paulatinamente tú, yo, cada uno de nosotros, vayamos emitiendo la luz del amor. O si lo queréis más poéticamente, que seamos pequeños faros, que atraigan a otras personas, para forma una gran cadena de amor, donde reine la unidad y los egos sean desterrados para todo jamás.
La verdad es que es muy divertido trabajar con ellos. En cuanto empecéis os vais a dar cuenta de cosas como por ejemplo: os vais a encontrar plumas de ave, o bien vais a ver figuras de ángeles, o bien el nombre de ángel será pronunciado, un libro, una película, incluso quizás un olor particular… es para que veamos con los ‘ojos de ver’ que ellos están ahí.
Pero no hay que olvidar que por encima de todo, la labor de cada ángel, es de ayudarnos a desarrollar nuestra parte espiritual y divina. Así que si, se les puede pedir todo lo que como humanos necesitemos. Pero no hay que olvidar de pedirles también que nos ayuden a comprender, a recordar, a mejorar en aquello que nos bloquea: miedos, iras, apegos…podemos pedirles que nos permiten ver los registros akasicos, que nos ayuden a recordar los acuerdos de almas, que nos permitan recordar nuestro plan de alma…
Bendiciones y cuidados, paz mental y espiritual, alegría, felicidad y amor, mucho amor, te esperan con tan solo decir ‘hermanos, ayudadme, guiadme, enseñarme…