En el nombre y por el poder de la presencia del Dios que nos creo a todos, con humildad y reverencia, me inclino en adoración delante del príncipe de los Arcángeles, el señor Miguel, y con fe sublime y absoluta, invoco aquí y ahora su divina y bendita presencia.
Oh, arcángel Miguel, hijo del Rey de Reyes, protector y defensor divino de la luz espiritual dentro de los corazones de toda la humanidad y de la fe del hombre de Dios, restaura para el cielo a cada corriente de vida que se haya apartado del estado de gracia y armonía divina; prepara la entrada a los reinos celestiales para toda vida morando en el planeta tierra.
Remueve todo miedo, sus causas y sus núcleos en mi misma – o en toda la humanidad – y aquel anclado en los electos ahora, y sustitúyelos con amor, paz e iluminación divina.
Parado como un servidor de Dios y de la Luz en nuestros corazones, con tu espada, tu escudo y tu circulo de pureza, exorciza esta – se menciona aquí el asunto, lugar, persona, condición o casa – atraviésala con tu espada y con tu poderosa explosión de luz azul, llenalo de paz y armonía y protégelo eternamente.
Humilde y agradecido, me inclino ante tu poderosa presencia. Gracias infinitas, arcángel Miguel.